La industria del turismo está sin actividad. Y es bueno recalcarlo porque a pesar de que en estos últimos días, decisiones como la apertura del Parque Nacional Torres del Paine, por citar un ejemplo, levantaron expectativas de actividad, la realidad ha sido otra. Basta con decir que en un año “normal” en el trimestre Septiembre a Noviembre el Parque Nacional Torres del Paine recibía más de 40.000 visitantes. Este año solo recibió 200. ¿Clarito verdad?
Analizar que le ha hecho más daño a la industria, si los estallidos sociales o la pandemia está demás. Hacer eso es desenfocarse de lo que es más importante ahora: SOBREVIVIR. La industria del turismo tiene que llegar viva a lo menos hasta Octubre del 2021 y para lograr eso es necesario financiar a lo menos dos cosas: los gastos fijos y la carga financiera del período en el que estaremos sin ingresos.
Un breve análisis de quienes conforman esta industria puede ayudar a ver lo que se necesita.
El turismo está lleno de agentes económicos que hace unos pocos años ingresaron a esta industria entusiasmados por el constante crecimiento de dos dígitos. Mucha de la inversión se hizo con apoyo de la banca. Los Comités de Riesgo analizaron los proyectos y les dieron su aprobación y hechas las inversiones las deudas comenzaron a ser pagadas normalmente, porque el negocio generaba recursos “hasta hoy”
Por otro lado están los históricos, aquellos que ante la incredulidad de sus pares hace ya varios decenios, cuando el turismo en nuestra zona no era lo que fue hasta hace una temporada, cambiaron de rubro y se hicieron empresarios turísticos, agentes de viajes, hoteleros, abrieron restaurantes en fin, se volcaron a lo que se llamaba “la industria sin chimenea”. Estos pioneros junto a sus trabajadores son los que dedicaron sus mejores años a posicionar este destino, los que hicieron que Torres del Paine sea reconocido como la octava maravilla, los que empezaron a dar a conocer a Tierra del Fuego y Navarino, los que con la excelencia de sus cocinas hicieron a Magallanes y sus Provincias destinos gastronómicos destacados. Y en eso hay que ser sinceros, el mayor mérito es de los empresarios y su gente, sus equipos, si, de los mismos que hoy languidecen por no poder abrir sus negocios, a los que no se les deja trabajar, pero si paradójicamente se les sigue cobrando todo o “casi todo”, lo que no es lo mismo pero es igual, porque cuando no hay ingresos las rebajas no sirven.
¿Qué queda? Recurrir al Sistema Financiero para lo cual hay que resultar ser viable ante un Comité de Riesgo que debe evaluar a una “industria paralizada”. La idea de que el banco te presta el paraguas cuando hay sol y te lo pide ni bien se nubla nace precisamente de ahí. Y no es criticable ya que al fin y al cabo la banca está prestando dineros captados de sus ahorrantes y se deben responsablemente a ellos.
El aval del Estado vía FOGAPE soluciona solo en parte este problema. El Estado no desembolsa recursos pero señala que ante un eventual incumplimiento responderá ante la institución acreedora. Pero sigue subsistiendo el tema de la evaluación de riesgo, que evidentemente afecta a los de menor patrimonio, a los más pequeños y porque no decirlo a los más nuevos en la industria. El banco los va a mirar como de mayor riesgo (bajo patrimonio, garantías endógenas o simplemente insuficientes).
Mayor es el problema de los oficios que prestan servicios al turismo, guías, porteadores etc. Muchos de ellos no tienen acceso a la banca integral y manejan sus recursos solo en cuenta vista, y sus ahorros ante una temporada fallida se terminaron hace un par de semanas y hoy miran con desesperación que en las ayudas entregadas no los incluyeron porque para el “sistema” no existen.
Por eso es urgente que las autoridades en su rol de servicio público visualicen con verdadero interés la realidad actual del turismo regional.
No se está pidiendo regalos, sino créditos (del latín “credere”, creer). Créditos que sean pagables, con cuadros de pago accesibles, con períodos de gracia que permitan liberar carga financiera hasta que esto se reactive. El Estado tiene “la obligación de creer” en los contribuyentes y apoyarlos con recursos de verdad, que alcancen para todos y que sean una ayuda, no una soga al cuello.
¿Cómo? Ese es resorte del Estado. Basta con retroceder 35 años para encontrar la solución que se le dio a un país que estaba inmensamente endeudado. La banca se había quedado sin plata y sin la fe de sus ahorrantes. Entonces el Estado “si se metió la mano al bolsillo” y esos recursos “chorrearon” vía acuerdos hasta los angustiados emprendedores. Ahí no hubo Comités de Riesgo, se entendió que no era el momento. ¿Habrá que repetir la fórmula?
Desde esta humilde tribuna termino diciendo que es necesario hacer un reproche a la sordera planificada, a los estamentos que les encanta que les “regalen los oídos” diciéndoles que lo están haciendo formidable. Basta con dar una vuelta por nuestra Región, para ver los icónicos rostros de los empresarios que ven como su industria se les va de las manos, como el agua entre los dedos.
Aleksandar Mihovilovic
Director Financiero HYST