“El crecimiento turístico no es el enemigo, sino que la gestión insostenible”, es lo que plantea el Taleb Rifai, Secretario General de la Organización Mundial del Turismo. Quien indica que toda actividad vinculada al sector del turismo que sea sostenible promoverá la conservación del medio ambiente y la protección del patrimonio cultural material e inmaterial. Lo más importante es que promoverá la participación y el compromiso de las comunidades locales y el respeto que éstas se merecen. La gestión del número de personas que visitan muchas zonas populares del Planeta, incluidas las ciudades, es esencial para la población de acogida y los visitantes, tanto internacionales como locales. De hecho, en países como España o Francia la proporción de turistas nacionales supera a la de visitantes internacionales.
Pero el crecimiento no es el enemigo. El número creciente de visitantes no es el enemigo. De hecho, la historia de la Humanidad está marcada por dinámicas basadas en el crecimiento. En lo que al sector del turismo se refiere, el crecimiento está y debe estar vinculado a la prosperidad económica, a la creación de puestos de trabajo y al aumento de recursos para financiar la protección del medio ambiente, la conservación cultural, así como las necesidades comunitarias en el ámbito del desarrollo y el progreso, que de otro modo no tendrían respuesta. El intercambio intercultural que fomenta el turismo permite además ampliar perspectivas, abrir nuestra mente y nuestro corazón, mejorar nuestro bienestar y ser mejores personas creando un mundo mejor.
Velar para que el turismo sea una experiencia enriquecedora tanto para los visitantes como para los anfitriones implica el desarrollo de medidas políticas y prácticas sólidas basadas en el turismo sostenible, así como la participación de los gobiernos y administraciones nacionales y locales, de las empresas del sector privado, de las comunidades locales y de los propios turistas.
El sector necesita de una regulación específica a este respecto así como de directrices claras, pero nunca dirigidas a limitar el crecimiento. El enfoque debe centrarse en la gestión sostenible y en medidas orientadas al crecimiento sostenible que sean beneficiosas.
Existe un gran número de destinos que trabajan para crear un sector justo e inclusivo y gestionar un crecimiento turístico exponencial, como se observa en los recientes ejemplos de Venecia y Barcelona. Hay que subrayar que, aunque debe consultarse a las comunidades locales para que participen plenamente en la planificación del turismo, la “turismofobia” ejercida por ciudadanos es, en gran medida, consecuencia de una falta de gestión sostenible del crecimiento. La falta de gestión y bajos presupuestos para realizarla, los daños infringidos a ecosistemas marinos y terrestres o el comportamiento inadecuado de unos pocos viajeros no implican que el sector del turismo obvie los enfoques éticos.
Se trata de un fallo en la gestión, no de un fallo del sector en sí. Los esfuerzos producidos en las últimas décadas por parte de gobiernos, empresas, sociedad civil, e incluso por turistas para tener un turismo más responsable y comprometido no pueden quedar en vano. Debemos seguir capitalizando los beneficios que conlleva el sector en materia de creación de puestos de trabajo, de desarrollo económico y de interacción cultural mientras intentamos reducir al máximo los posibles efectos y repercusiones negativos del mismo.
Toda actividad humana basada en el crecimiento puede conllevar efectos negativos. Aún así, la respuesta nunca debe ser dirigida a paralizar dicha actividad y perder sus beneficios, sino a abordar los desafíos y a gestionarlos de manera apropiada. Realizar gestión territorial tiene un costo, y debe pagarse.
Hemos de velar para que nuestra voluntad de mejorar el sector sea hoy más firme que nunca. De lo contrario, nos enfrentamos al riesgo de perder y ver cuestionado el potencial del sector.
Víctor Fernández Salinas
Gerente de la Asociación Gremial de Hoteles y Servicios Turísticos de Torres del Paine (HYST)