Durante la primera semana de Julio, tuve la oportunidad de escribir una columna de opinión, donde se evidenciaba la falta mención del turismo en los ejes programáticos de los, en ese entonces, pre candidatos presidenciales.
Casi tres meses después, ya ha pasado bastante “agua bajo el puente”, y nos encontramos en la recta final de las candidaturas; no solo presidenciales, sino que también de senadores, diputados y consejeros regionales.
Como era de esperarse, la industria turística se está relevando a la posición que se merece, en los discursos de los diferentes candidatos ya mencionados.
Recordemos la importancia de este sector para nuestro país:
Durante el 2016, la industria turística de Chile, se consolidó como la tercera más grande de Sudamérica, generando más de US$8.100 millones. Esto se traduce en un aporte del Turismo al PIB del 3,3%, posicionándose así levemente superior al promedio de países de la OCDE y tercero a nivel sudamericano. Se estima que la contribución directa de la industria de viajes y turismo al PIB aumente en un 2,5% anual durante los próximos 10 años. En este mismo período, también se espera que la contribución total de esta importante industria al PIB nacional, se incremente en un 2,7% por año; representando así un 10,4% del PIB el 2027.
Más allá, que estas cifras macroeconómicas pueden ser o no conocidas por la comunidad, en nuestra región, su población prevé que esta industria será un importante motor de nuestro país, y fundamental para el desarrollo de la Región de Magallanes y Antártica Chilena. Estamos llamados a ser líderes de esta “revolución turística”, ya que contamos con un vasto y hermoso territorio, de naturaleza salvaje, de gran y endémica biodiversidad.
Mucho de este territorio (más de la mitad de la región) está siendo administrado por la Corporación Nacional Forestal (CONAF), por lo que es vital la gestión, coordinación y articulación con esta entidad para generar un desarrollo turístico regional.
Claramente, la mencionada Corporación presenta deficiencias; una de ellas relacionadas con la falta de financiamiento. O mejor dicho, por una injusta estructura presupuestaria de redistribución diseñada desde el nivel central.
El Parque Nacional Torres del Paine genera recursos de sobra para autofinanciarse. Sin embargo, prometer o usar como argumento de campaña el que esos dineros debieran quedar en la región, podría generar falsas expectativas, ya que la distribución de esos recursos corresponde a la Dirección Nacional de CONAF, que como Corporación de Derecho Privado, debe atender también las necesidades de otros parques del país que no tiene generación de recursos y que también deben ser conservados.
La modificación de esa línea presupuestaria requiere de cambios profundos que difícilmente pueden ser vistos como una decisión sencilla de implementar.
Estamos ciertos que eso sería lo ideal para la región, pero bajo el prisma de lo ya señalado, no solo se ve poco probable, sino impracticable, ya que los recursos para financiar la conservación de los parques que no se autofinancien dependerán de decisiones Ministeriales que bien pudiesen tener otras prioridades.
En síntesis pensamos que este tema requiere de reingeniería profunda, para lo cual se requerirá aunar muchas voluntades, algo difícil de lograr en el actual escenario.
Víctor Fernández Salinas
Gerente de la Asociación Gremial de Hoteles y Servicios Turísticos de Torres del Paine (HYST)